Hace ya algunos años, al hacer una reseña de la incorporación en el quehacer de nuestras
universidades de la función de extensión universitaria señalé que la preocupación de las
universidades latinoamericanas por extender su acción más allá de sus linderos académicos
arranca de la Reforma de Córdoba de 1918. Ni la universidad colonial ni la que surgió al
inicio de la época republicana, se plantearon como tarea propia la labor de extramuros. La
colonial, por lo mismo que no se sentía vinculada con su sociedad sino tan sólo con un
sector o segmento muy reducido de ella, no contempló entre sus cometidos la labor de
extensión. Tampoco se lo propuso la Universidad republicana, desde luego que el
advenimiento de la República no implicó la modificación de las estructuras sociales de la
colonia, que permanecieron prácticamente intactas, salvo la sustitución de las autoridades
peninsulares por los criollos. Además, la República no encontró mejor cosa que hacer con
la anacrónica Universidad colonial que sustituirla por un esquema importado, el de la
Universidad francesa que acababa de experimentar profundos cambios bajo la dirección del
Emperador Napoleón Bonaparte. El énfasis profesionalista y la sustitución de la
Universidad por un conglomerado de escuelas profesionales, fueron los rasgos
fundamentales de este modelo, así como la separación de la investigación científica de las
tareas docentes, que dejó de ser función propia de las universidades y pasó a las Academias
e Institutos. Centrada su preocupación principal en la preparación de profesionales, la
ciencia y la cultura pasaron a un segundo plano y perdieron su espacio en el quehacer
universitario.
Fil: Tünnermann Bernheim, Carlos . Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; México